Lo Disruptivo y Lo Traumático. Vivencias y Experiencias

Publicado en la Revista ‘Imago Agenda’. Nº160. Junio 2012. Letra Viva Libros

En este artículo pretendo puntualizar conceptos que, a mi entender, pueden ayudar a esclarecer el  importante, difuso y abusado concepto de ‘Lo traumático’.

‘Lo traumático’ ha entrado en el lenguaje cotidiano, como un adjetivo que califica cualquier situación o evento que sea muy terrible: “el trauma de la muerte de un ser querido”, “el trauma de un accidente”, “el trauma de un divorcio”, “el trauma de la pérdida de empleo”. Todo esto, y más, entran dentro de lo que se suele llamar ‘El trauma’. Este uso de la palabra ‘trauma’ en forma indiscriminada para calificar eventos impactantes, lo podemos leer diariamente en las noticias periodísticas, escucharlo en la jerga cotidiana, pero lo más problemático, a mi entender, es que este uso inespecífico se da dentro del área del psicoanálisis y de la salud mental en general.

Puntualizar el concepto de ‘Trauma’ y hacer de él un uso específico requiere de una definición precisa, atribuyéndole el lugar epistémico adecuado, tanto para entender los diferentes procesamientos psíquicos, como así también para el abordaje clínico.

No pretendo postular que existe solo una definición de ‘Trauma’, sino desarrollar la problemática en torno a este tema, presentando mi propuesta conceptual y enfatizando que ella es sólo una de las posibles miradas. Propongo a ‘Lo Traumático’ como un abordaje integrativo de un procesamiento psíquico de desarticulación entre afecto y representación, que enfatiza las diferentes dimensiones y manifestaciones del trauma. (Benyakar, M.; 2007)

Sabido es que el trauma para Freud ha sido uno de los pilares del desarrollo psicoanalítico. Por medio de este concepto, en los inicios de su obra, ha tratado de explicar desde accidentes ferroviarios, hasta reacciones por impactos de guerra. Cuando Freud comienza a tratar de dilucidar las vicisitudes de la histeria, el desarrollo de las defensas y los mecanismos de proyección, escisión y otros, se vale del concepto ‘Trauma’ como medio explicativo de estos y otros fenómenos, tanto en la primera como la segunda tópica.

Freud ha utilizado el concepto de ‘trauma’ en más de diez acepciones diferentes y, a pesar de la genialidad de su obra respecto a lo que he denominado ‘Lo Traumático’, a mi entender, ha desvirtuado nuestra posibilidad de profundizar sobre él como un proceso psíquico. La  confusión se crea ya que postula al ‘trauma’ en algunas de sus obras como un evento o un entorno, refiriéndose al mismo como ‘Situación Traumática’, y en otras de sus obras lo describe como un fenómeno exclusivamente psíquico. Lo paradójico es que a veces ambas acepciones en la misma obra. (Freud, S.; (1950 [1895]) (Freud, S., 1916-1917; 1923-1925; 1925-1926)

Teóricos dentro del psicoanálisis, contemporáneos a Freud, dedicaron su atención a ‘Lo Traumático’ y sus procesos, sin definir en forma clara, tampoco ellos, si se referían a fenómenos fácticos o psíquicos. Entre ellos podemos mencionar a Sandor Ferenczi que, a pesar de ser su discípulo, se enfrentó con Freud a causa de su diferente visión acerca de los impactos del entorno, entre otros motivos. No sólo Ferenczi se opuso al pensamiento de Freud respecto a esta temática, sino que esto sucedió también con algunos de los discípulos más cercanos de Freud, los llamados disidentes: Alfred Adler, Otto Rank y otros. Sería larga la lista de las contribuciones que pretendieron profundizar acerca de ‘Lo Traumático’. Un ejemplo de ello es la propuesta de Masud Khan, por medio del ‘Trauma Acumulativo’, articulando diferentes escuelas como la de Freud y la de Melanie Klein.

Madeleine y Willy Baranger con Jorge Mom, pioneros de la “Escuela Psicoanalítica Argentina”, le confirieron al trauma un status de fenómeno esencialmente psíquico, claro y preciso, por medio del concepto del ‘Trauma puro’. Esta posición de los Baranger y Mom adquiere un despliegue internacional que, a mi entender,  lamentablemente no se  ha sostenido ni profundizado. Vemos en estos trabajos internacionales que, a pesar de lo propuesto por ellos, aún cuando se los cita, se sostiene la vaguedad y la imprecisión de ‘Lo Traumático’.  (Baranger, M., Baranger, W., y Mom, J.; 1988)

Lacan realiza una importante contribución epistemológica al proponer el concepto de ‘Lo Real’ para abordar al trauma. Con su estilo innovador postula una mirada del trauma, en la cual la causalidad del mismo pertenece al proceso psíquico en sí. (Lacan, J; 1974-1975)

No pretendo explayarme acerca del desarrollo del concepto ‘Trauma’ en sus usos y malos usos, como he hecho en trabajos anteriores (Benyakar, M., Lezica, A.; 2005-2006). Simplemente destacar que, a mi entender, uno de los tantos malos usos de este término en nuestro desarrollo conceptual y actividad clínica es referirse a ‘Lo Traumático’ como un evento, al que se lo acostumbra llamar ‘Situación Traumática’.

Desvirtuar de este modo la esencia de ‘Lo Traumático’ como exclusivamente psíquico, no sólo se transformó en un obstáculo al desarrollo teórico y clínico psicoanalítico, sino que esta tergiversación respecto al uso del concepto ‘Trauma’ dio lugar al desarrollo de entidades nosológicas dentro de la Psiquiatría como ‘Estrés Post Traumático’, tan mentado y utilizado en los ámbitos de la salud mental a nivel internacional. Uno de los tantos problemas que este abordaje presenta es que no reconoce al trauma como proceso psíquico. En el Estrés Post Traumático lo patológico es el estrés, y el trauma es el fenómeno fáctico.

Tanto los precursores de este concepto, como los que continúan trabajando en torno al Estrés Post Traumático, dan fe de una muy baja incidencia de resultados clínicos, y siguen tratando de mejorar técnicas diagnósticas (generalmente cuestionarios), como así también técnicas de tratamientos. Desgraciadamente, no he encontrado entre ellos a aquellos que cuestionan si la esencia de la problemática sobre la falta de respuesta clínica adecuada, radica en una errónea concepción acerca de qué es lo que se está tratando – o sea qué es el ‘Trauma’ – y cómo se lo trata. Seguir buscando tratamientos adecuados, sin tener una acotada y precisa visión sobre el trauma, sería como buscar el llavero perdido sólo debajo del farol porque allí hay luz. (Shalev, A; 2000)

Son varios los incentivos que me llevaron a cuestionar la esencia del concepto ‘Trauma’ en sus aspectos epistemológicos y clínicos. Estuve motivado a emprender esta travesía, con un poco de audacia, y en un principio sin tener muy claro la complejidad del terreno en el que estaba incursionando. Me motivaron  no sólo escritos críticos acerca de ‘Lo Traumático’ –entre  ellos nada más ni nada menos que la propuesta de Anna, la querida hija de Freud, quien en la introducción al libro de H. Nagera postula la necesidad de reconceptualizar a ‘Lo Traumático’– sino mi propia experiencia clínica en la práctica analítica cotidiana y en lo vivido en 5 campos de batalla durante mi estadía en Israel. A esto se suma lo recabado en el tratamiento de damnificados por desastres y catástrofes sociales y naturales.

Estas situaciones me han llevado una y otra vez a repensar las cualidades de ‘Lo Traumático’. Doy fe que a lo largo de mi formación y durante mi labor analítica no podía abordar en forma adecuada aquello que emergía como patológico a consecuencia de los impactos de eventos y entornos. No solo que el cuadro era difuso y confuso, sino que la literatura científica en que me apoyaba lo hacia más confuso aún. Al pretender sostener a ‘Lo Traumático’ como un fenómeno psíquico, necesitaba valerme de un concepto para cualificar las cualidades y magnitudes del hecho fáctico en sí y, de este modo, poder referirme a las características tanto de la explosión de una bomba, como de accidentes, violaciones, crisis económicas, etc. Ante esos fenómenos fácticos me preguntaba: ¿es eso lo traumático o es el modo en que cada uno de los individuos lo vivía? ¿Todos los que participaron en un accidente tuvieron un trauma? ¿Sólo los que mostraban algún tipo de manifestación extraña estaban traumatizados? Ahí me dije: “¡No! La explosión de una bomba no es un trauma, un accidente no es un trauma, una violación tampoco. Por lo tanto, ninguno de ellos es una ‘Situación Traumática’”. Necesitaba otro concepto para cualificar al evento en sí, y es así como nació el concepto de ‘Lo Disruptivo’.

Por medio del concepto de ‘Lo Disruptivo’ pretendo dejar sentado en forma clara el lugar de ‘Lo Traumático’ única y exclusivamente como un fenómeno psíquico, provocado por un impacto externo que causa una falla de la capacidad procesual (Benyakar,M.; 2003).

‘Lo Disruptivo’ es un concepto que cualifica la capacidad potencial de un fenómeno fáctico de desestabilizar los procesamientos psíquicos.  ‘Lo Disruptivo’, como fenómeno fáctico relacional, nos permite remitirnos, analizar las cualidades y evaluar la dinámica de un accidente, una violación, una crisis, o cualquier tipo de relación movilizante para el psiquismo, desde su perspectiva fáctica. De esta forma,  podemos adjudicarle un mayor o menor potencial de disruptividad a lo sucedido fácticamente. Por lo tanto, veremos que habrá eventos o entornos disruptivos que pueden, o no, generar procesos psíquicos del orden de ‘Lo Traumático’.

Es desde esta perspectiva que, para abordar las cualidades del ‘Trauma’ como fenómeno psíquico, tuve que valerme del concepto de ‘Vivencia Traumática’

Considero que la ‘Vivencia’ es un concepto fundamental en la clínica, y en la clínica psicoanalítica en especial. Laplanche y Pontalis al la definir ‘Vivencia’ (erlebnis en alemán) expresan claramente que no ha sido un concepto suficientemente desarrollado dentro de la literatura psicoanalítica (Laplanche, J., Pontalis, J. B; 1974)

Defino la ‘Vivencia Traumática’ y al ‘Vivenciar Traumático’ como procesos psíquicos de desarticulación entre el afecto y la representación. Pretendo dejar en claro que ‘Lo Traumático’ no es lo que sucedió, sino el modo en que cada psiquismo lo vivencia. De este modo, al hablar de trauma, nos estamos refiriendo a una modalidad de procesamiento psíquico que, paradójicamente, es la falta de capacidad de procesamiento, a lo que he llamado ‘La vivencia de no vivencia’.

Las barreras idiomáticas son un ejemplo de la dificultad que tenemos de abordar el concepto de ‘Vivencia’. El Inglés cuenta solo con la palabra ‘Experience’; el francés se vale de un termino más subjetivo como ‘Le vecu’ (Lo vivido), pero que aún no especifica si se remite a algo psíquico o fáctico. J. P. Sartre trata de superar este problema utilizando el concepto de ‘Fait Vecu’ (hecho vivido), para remitirse a la ‘Vivencia’ y diferenciarla de la ‘Experiencia’.

Esta problemática fue expresada públicamente por Jorge Semprun, quien en el Congreso de la IPA, en Niza del 2001, pone de manifiesto la falta de la palabra ‘vivencia’, tanto en el idioma francés, como en el inglés.

Agraciadamente, en el idioma español tenemos la palabra ‘Vivencia’, propuesta por Ortega y Gasset. De este modo podemos hacer una diferencia clara entre ‘vivencia’ y ‘experiencia’.

Entiendo que la ‘Experiencia’ es la conjugación del evento fáctico (el accidente, la explosión de una bomba, el acto de violación, etc.) con la vivencia concomitante, o sea el modo en que el psiquismo de la persona en cuestión ha podido articular el afecto emergente con la representación correspondiente. Las experiencias pueden ser terribles y pueden tener impactos disruptivos sumamente movilizantes o desorganizantes, pero por mayor que sea la magnitud del evento fáctico, no siempre esas experiencias se caracterizan por estar compuestas por vivencias traumáticas. Subrayo de este modo, una vez más, que la ‘Experiencia’ es la conjugación de dos factores básicos: un componente fáctico disruptivo, o no, y el procesamiento psíquico que puede ser traumático o no.

Enfatizo esta diferenciación entre ‘Vivencia’ y ‘Experiencia’ que nos permiten  los idiomas español, alemán y hebreo, entre otros, no por un exquisitismo lingüístico, sino porque, a mi entender, tiene un valor importantísimo en la clínica.

Los impactos disruptivos muchas veces son de tal magnitud que, en nuestra labor clínica, nos pueden dejar capturados por las cualidades del relato de lo sucedido. En más de una supervisión veo el modo que algunos terapeutas se dejan llevar por el impacto del evento fáctico sucedido, tratando de darle una causalidad o una motivación que nada tienen que ver con el procesamiento psíquico. Me parece de importancia tener en cuenta que la vivencia es inefable, pero no porque sea traumática, sino porque es un modo de procesamiento psíquico. Pretender que un paciente cuente, por medio de palabras, una vivencia, sería como solicitarle que relate la represión, la inhibición, u otros mecanismos psíquicos. De este modo, pongo en claro que a la ‘Vivencia’, al igual que a otros procesos psíquicos, el paciente no la relata, sino que el terapeuta la infiere.

En un proceso terapéutico, el paciente, al referirse al impacto de situaciones disruptivas, generalmente transmite detalles de lo acaecido, tratando de explicitar por medio de la palabra todo lo que él entiende que le ha sucedido. Nuestra función no es sólo escuchar lo sucedido, corriendo el peligro de quedar atrapados en la trama situacional, sino inferir acerca de la modalidad del procesamiento psíquico, que puede ser traumático o no. Es decir que lo que estaríamos tratando de dilucidar es si existe una adecuada articulación entre el afecto y la representación, o si estamos frente a la presencia de un proceso de desarticulación, como en el caso de la ‘Vivencia Traumática’. Esto no lo otorga el contenido del relato, sino que se lo infiere en la modalidad de procesamiento.

El pretender adjudicarle causalidad psíquica a los eventos fácticos, o tratar de que el paciente repita una y otra vez lo vivido, son modalidades de perpetuar la falta de capacidad de procesamiento. Es por ello que debemos abordar la labor terapéutica en búsqueda de intervenciones que puedan decir afectos, en el nivel de procesamiento en que cada paciente se encuentra, especialmente ante la vivencia traumática.

La ‘Vivencia Traumática’ no pertenece ni al orden de la represión, ni al orden del conflicto, sino que se trata de un proceso psíquico de desarticulación que se gesta por no haber podido introyectar el impacto disruptivo en forma activa.

En pocas palabras, respecto a la actividad clínica, podría decir que las cualidades inefables de la vivencia me llevaron a una búsqueda de las modalidades de procesamientos psíquicos y las características de desarticulación que ellas tienen. Esto me posibilitó desarrollar lo que he llamado la ‘Interpretación vivencial’, intervención que está dirigida a abordar la capacidad específica de procesamiento de cada uno de los pacientes. De esta forma, se podría evitar, en este tipo de casos, la ‘interpretación causal’, intervención que, como analistas, estamos habituados a realizar en nuestra practica cotidiana. La ‘Interpretación Vivencial’ engloba 3 tipos de interpretaciones: una es la ‘interpretación figurativa’, la otra es la ‘interpretación relacional’, y la tercera es la ‘interpretación de sentido’. (Benyakar, M.; Lezica, A.; 2006)

Al decir que la vivencia es inefable, esto no implica que sea inabordable. Del mismo modo que por medio de la asociación libre se encuentra el camino para la interpretación de los sueños, tratando de dilucidar los efectos de la represión, debemos encontrar una manera más específica de abordar ‘Lo Traumático’.  La ‘Vivencia Traumática’ se caracteriza por su desarticulación; por lo tanto, la labor asociativa o el uso de la causalidad que otorgan las palabras, no posibilitarían su adecuado abordaje. Es por ello que entiendo que a través de la ‘Interpretación Vivencial’ podremos tener un mejor acceso a ‘Lo Traumático’.

Poner en práctica la ‘Interpretación Vivencial’ demanda una concepción del aparato psíquico que diferencia tres tipos de afectos específicos: las sensaciones, que devienen puramente de lo corporal puesto que son senso-perceptivas; las emociones, que son afectos relacionales y que dan cuenta de la existencia de la otredad; y los sentimientos, que son afectos manifestados por la palabra y tienen dimensión de tiempo y espacio.

‘Lo Traumático’, a mi entender, se puede abordar más eficazmente desde la ‘Interpretación vivencial’ de las sensaciones. Es a este tipo de interpretaciones que he llamado ‘Interpretaciones Figurativas’, ya que a partir de lo postulado por Freud en La interpretación de los sueños, las figuras son las creaciones más arcaicas de nuestro psiquismo, siendo ellas las representantes de las sensaciones como afecto. Por lo tanto, la ‘figurabilidad’ servirá de base para el desarrollo de las palabras plenas, o palabras que dicen afectos. Es así como entiendo que en nuestra labor clínica, en este tipo de situaciones, el uso de palabras que remitan a una causalidad, puede llevar a una labor más conectada con procesos cognitivos, en vez de abordar a ‘Lo Traumático’ desde los procesos inconcientes más originarios, al decir de Piera Aulagnier. (Aulagnier, P.; 1977)

El desarrollo de la ‘Interpretación vivencial’ en el abordaje clínico de ‘Lo Traumático’ requiere de una adecuada reformulación de diferentes conceptos, encadenados entre sí, que permitirá mayor especificidad en nuestra labor profesional. He tratado de explicitar en este trabajo la relación entre los diferentes conceptos relacionados a ‘Lo Traumático’. Ellos son: ‘Lo Disruptivo’ como fenómeno fáctico, con sus cualidades específicas; ‘La Vivencia Traumática’, como modalidad psíquica de desarticulación entre el afecto y la representación; y los ‘Procesos figurativos’, que bien los conocemos en la interpretación de los sueños como lenguaje posible para el abordaje de procesos muy originarios, y que en este caso serían abordados por la ‘interpretación figurativa’.

Posiblemente emerja la pregunta del por qué tanta cautela ante el abordaje de ‘Lo Traumático’. Pienso que es porque debemos tomar en cuenta que en muchos casos podemos quedar capturados por lo impactante del relato de ‘Lo Disruptivo’ o atrapados por sintomatologías muy floridas que emergen en este tipo de situaciones, sin dilucidar que esa sintomatología es simplemente uno de los tantos intentos de elaborar esa desarticulación entre el afecto y la representación.

Quedar atrapado en el relato, tratando de buscar causalidades a lo fáctico, es tan peligroso como pretender acallar el síntoma sin elaborar los procesos concomitantes. Es por ello que pienso que el abordaje adecuado de la ‘Vivencia Traumática’ es un reto, tanto para el tratamiento de los impactos disruptivos traumatogénicos, como así también para repensar algunos procesos en la clínica cotidiana.

 

Bibliografía

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